SALIDA DE CAMPO Juanita Alvarado
El
“Samber”: el lugar de los sueños y la gente echada pa’ delante
La historia que estoy a punto de
contar sucedió el día 6 de abril de 2024. Un día que quedará para siempre en mi
memoria porque rompí prejuicios y aprendía a vivir la vida de manera distinta. Si tú que estás leyendo esto estás
atravesando por un momento que te supera, te ahoga y no te deja respirar, te
prometo que pasará. Los planes de Dios son perfectos, confía en él y sigue
trabajando duro por tus sueños. Eso sí, no dejes que el estrés y la ansiedad te
ganen, porque todo llega cuando tenga que llegar…
7:15 a.m.
Abrí lo ojos. Aún tenía demasiado
sueño, pero estaba inquieta. El tan esperado día había llegado y en mi interior
se mezclan un montón de sensaciones que me costaba describir. Era una mañana
lluviosa, así que la levantada se me hizo aún más dura. Sin embargo, no podía
hacer mucha pereza porque había quedado de verme con Sofi a las 8:30 a.m. en mi
casa. Me levanté, arreglé mi cuarto y bajé a la cocina. Me recibió mi perro con
mucha alegría y me acompañó a tomarme mi jugo que me tomaba todas las mañanas antes
de desayunar. Me senté y reflexioné sobre el pesado, pero maravilloso día que
se venía por delante. Los nervios y la emoción eran cada vez más latentes. Subí, me bañé y me arreglé en 10 minutos.
Posteriormente, llegaron mis papás de hacer mercado. Yo sé quién llega de hacer
mercado a las 8 de la mañana. Pues
resulta que era día de madrugón, por lo que todo lo que compraran antes de
cierta hora saldría más barato. Mantener una familia de 4 y un perro no es
fácil amigos. Afortunadamente, mientras terminaba de organizar todo para la
salida, mi mamá me tuvo el desayuno listo y pude comer sin afanes.
8:20 a.m.
Estaba terminándome mi desayuno
cuando Sofi me escribió para preguntarme la dirección de mi casa. Se la di y me tomé mi último sorbo de
chocolate sin saber que volvería a comer como hasta las 4 de la tarde. Por eso,
si ustedes quieren empezar el día felices y con toda la energía, tomen
chocolate con tostadas. Créanme, es la mezcla perfecta. O por lo menos a mí, me
alegra las mañanas.
Me lavé los dientes y esperé a que
mis papás se terminarán de arreglar porque ellos eran los que nos iban a llevar
al punto de encuentro que habíamos acordado con Nati. Nati es una amiga de Sofi que va todos los
fines de semana al barrio San Bernardo a predicar la palabra de Dios. De verdad
que es admirable. Más adelante entenderán el por qué.
Minutos después Sofi llegó a mi
casa y apenas abrí la puerta la vi vestida de la manera más tierna y desechable
posible. Fue gracioso porque parecía como si nos hubiésemos puesto de acuerdo.
Las dos con un hoodie grande, un jogger y unos tenis. Y aún más gracioso porque
vestirme así es mi diario vivir, pero Sofi, que nunca la había visto tan sport,
llevaba un hoddie que casi le llegaba a las rodillas. Era inmenso. La razón de
nuestra vestimenta fue que Nati nos dijo que teníamos que ir lo más humildes posible.
Sin embargo, no especificó en qué aspecto.
8:45 a.m.
Salimos de mi casa faltando 15 para
las 9. Una vez en el carro, Sofi propuso hacer una oración para que todo
saliera bien y fuéramos siempre de la mano del señor en esa aventura que se
avecinaba. Pusimos todo en las manos de
Dios y emprendimos nuestro camino. Nati nos había citado en su casa a las 9:30
y en el Waze nos marcaba que llegábamos justo a esa hora. Todo está fríamente
calculado, pensé.
Íbamos llegando a la 134 con
novena, cuando mi papá dice: se me quedó la billetera. Mi cara de ponqué lo
describía todo. Ahí estaba su licencia y la tarjeta de propiedad del carro.
Obvio que no podíamos andar sin esos papeles. A esto le llamo, la ley de Murphy.
Minutos atrás me estaban regañando porque no había llevado tapabocas y porque
todo se me quedaba. Mira nada más cómo son lo cosas. Por supuesto, nos tocó
devolvernos y tenía una pena inmensa con Sofi. Ella, tan tranquila como
siempre, dijo que no había ningún problema. Por eso la amo. Afortunadamente, no
estábamos tan lejos de mi casa y apenas llegamos a la portería salí corriendo y
subí por la billetera.
9:10 a.m.
Ahora si pudimos, oficialmente,
comenzar nuestra aventura. Sabíamos que en 20 minutos no íbamos a llegar
porque, literalmente, teníamos que atravesar Bogotá. Para que se hagan una
idea, yo vivo en la calle 145 con 15 y teníamos que ir hasta la calle 4. Afortunadamente,
el tráfico fluyo y el camino no se hizo tan largo. Pasamos por la iglesia de
Sofi y déjenme decirle que quedé asombrada. Es inmensa. Caí en cuenta que
varias veces había pasado por allí, pero nunca la había detallado. Pasamos
también por el estadio y no faltaron las anécdotas de mi papá y Sofi cuando
asistieron por primera vez a un clásico.
Y fue aún más interesante porque mi papá es de Millos y Sofi de Santa
Fe. Los envidio a los dos porque yo nunca he ido a un partido de fútbol es un
sueño que tengo pendiente. Pero por si las dudas yo soy SML.
10:00 a.m.
A eso de las 10 de la mañana
llegamos a donde Nati. Mis papás nos dejaron en la entrada del conjunto y
esperaron a que nos dieran entrada. Sin embargo, Sofi llamó a Nati y ella le
dijo que ya bajaba. Pasaron como 20 minutos. En ese tiempo hablamos con Sofi de
nuestro parcial de deontología y mi papá, desde el carro, le dijo a Sofi que
estaba muy pálida. La miré y efectivamente. Mi mamá le preguntó que si había
desayunado y le dijo que no. Me reproché a mí misma por no haberle preguntado
cuando llegó a mi casa. Mi mamá le pudo haber preparado. Por supuesto, si yo
estaba angustiada, mi mamá aún más. Fue de un momento a otro que se bajo del
carro y le dijo que le iba a comprar un yogurt y se fue corriendo a la primera
tienda que encontró. Minutos después regresó con un yogurt de fresa y una
bolsita de pan. No saben lo agradecida y afortunada que cada día me siento de
tener de tener los papás que Dios me regaló. Siempre actúan desde el corazón
sin esperar nada a cambio y simplemente porque les llena el alma y los hace
felices. Sin duda, lo más bonito fue ver la cara de Sofi. Era una cara llena de
emociones: apenada, feliz y muy agradecida Todo a la vez. Sofi le dio las
gracias a mi mamá y a mí. Mi mamá me abrazó, me dijo que me amaba y que todo
iba a salir bien. Posteriormente se fueron. Minutos después Nati apareció y
llevaba consigo dos perros hermosos de raza Samoyedo. Fue lo primero que noté y
lo primero que quería ir a abrazar.
Efectivamente, eso hice y luego si me presenté con Nati. Una mujer
increíble.
10:30 a.m.
Subimos al apartamento de Nati y no
veía la hora de sentarme a jugar con King y Milu. Nati decía que nos los
consintiéramos mucho porque Milu se ponía cansona, pero no lo pude evitar.
Desde que tengo memoria soy amante de los perros. Si por mí fuera, recogería
todos y cada uno de los perros callejeros y me los llevaría para la casa. Milu
estuvo junto a mí todo el tiempo y obvio que tuve que mandarle fotos y videos a
mi mamá del paraíso en el que estaba (ver figura 1). Una vez salí de mi encantamiento me
acerqué a Sofi quien le preguntó a Nati todas nuestras dudas y cuál era nuestra
tarea una vez allí. Nos dijo que hiciéramos lo que nos naciera. Desde invitar a
los habitantes de calle a ser parte de la célula, hasta cuidar la comida que se
les iba a ofrecer. Cualquier acción iba a ser igualmente valiosa.
Nati nos contaba que todo esto era posible
gracias a la guía del espíritu santo. Porque, a pesar de que muchas veces no
había comida o ropa, siempre les llegaban las donaciones. No pude evitar
sonreír al ver lo determinada y fuerte que se veía Nati al querer brindarles a
estas personas una nueva esperanza. Un nuevo motivo para seguir viviendo y luchando.
La ayudamos a organizar la ropa que
iba a ser donada a los habitantes de calle del del “Samber” que después de la
célula quisieran ir a la iglesia con Nati, Aleja, Sofi y Fer. Aleja es una amiga de Nati y son ellas dos las
que, cada 8 días, llevan a cabo esta labor tan increíble. Más adelante les
cuento de Fer. Es todo un personaje. Para darles un poco más de contexto, la
célula es ese encuentro que se lleva a cabo para predicar la palabra de Dios.
Normalmente, siempre se hace en el parque principal del barrio a las 11 de la
mañana. Por supuesto, ya íbamos mega tarde y aún teníamos que esperar a la mamá
de Nati que nos iba a recoger.
Entretanto, seguimos hablando y aclarando
cualquier duda que nos surgiera. Nati nos explicaba que la ropa que se donaba
se separaba en bolsas para hombre y para mujer. Cada bolsa contaba con una muda
de ropa (camiseta, pantalón y si era posible tenis). Uno de sus mayores
problemas era que la mayoría de las donaciones era ropa para mujer y en el “Samber”,
como comúnmente se le conoce, hay más hombres. Si hubiese sabido, habría
llevado ropa de mi papá que ya no usa. Lo bueno es que ya sé a quién acudir
para donarla.
11:30 a.m.
Ya eran las 11 pasadas cuando la
mamá de Nati nos recogió. Llevábamos dos bolsas de ropa demasiado pesadas (ver
figura 2) y tuvimos que meterlas en la camioneta como fuera. Esta iba llena
porque también se llevaban los más de 30 almuerzos que se iban a ofrecer.
Espero que la cifra no me falle. Tuvimos que hacernos las pequeñas y Sofi se
tuvo que ir sentada encima mío. Gracias a Dios el trayecto fue corto porque no
sé cómo me senté, pero al llegar al “Samber” ya no tenía piernas.
12:00 a.m.
Al bajar de la camioneta me sentí
en terreno desconocido. No puedo negar que me sentí de lo más observada. No
sabía cómo actuar y solo le pedí a Dios que me iluminará y me diera fuerzas. Sandra
fue la primera en recibirnos. Era una mujer de aproximadamente 60 años, con un
pelo que le llegaba hasta los hombros y una sonrisa de lo más tierno. Apenas
nos vio se fue corriendo a saludar a Nati y a Aleja. “Pensé que ya me iba a
quedar sin almuerzo”, les dijo. Las abrazó y nos ayudó a bajar las bolsas de la
camioneta. Yo cogí una de las bolsas y una señora, de la cual, no me acuerdo el
nombre, me ayudó. Era bajita, de unos 60 años también y muy servicial. Estaba
muy emocionada de escuchar la palabra de Dios. Llevamos las bolsas hasta la
cancha y junto a Aleja comenzamos a saludar a los que se encontraban allí.
Nati y Aleja son muy conocidas en
el sector y a muchos los saludaban de abrazo. Sin embargo, Sofi y yo éramos
personas nuevas y no sabía cómo iban a reaccionar si hacíamos lo mismo. Por lo
que opté por darles la mano y presentarme. Sofi venía hablando con Sandra y segundos
después llegó al lado mío y me sentí mejor. No me sentí tan sola. Esperamos
unos minutos y mientras Sofi y yo estábamos de pie cuidando las bolsas, se me
acercó un hombre a pedirme comida. Tenía mucha hambre, las manitos sucias, una
barba poblada que ocupaba su cara. Iba con su costal y nos dijo que tenía que
ir a trabajar al norte. Por supuesto le hubiese dado una caja de comida de las
que llevábamos, pero no supo qué responder. Sofi me rescató y dijo que esa
comida se daría después de la célula. Son las reglas que manejan Nati y Aleja
en el lugar para mantener el control y la organización, así que mí blandito
corazón lo entendió.
Nati inició la célula. Había
aproximadamente, 15 personas escuchándola con atención. Lo más bello era ver como cada vez más
personas se acercaban a mirar de qué se trataba y se quedaban. En esas se
acercó un habitante con pegante bóxer en la mano. Su bigote negro, tenía
manchas del pegante amarillo. Los ojos perdidos. Se sentó enfrente de una
muchacha joven y esta le dio una suave patada en el hombro. “Oiga, no venga
aquí a oler pecante en frente de la niña, no ve que hay una niña” “Váyase,
respete”. Debo admitir que mis alarmas se activaron. Va a haber una pelea,
pensé. Sin embargo, al ver que Nati seguía hablando como si nada, me
tranquilicé.
Nati dio unas palabras muy
hermosas. Recuerdo mucho cómo recalcaba que el pecado no nos hacía indignos de
Dios. Que a pesar de todo Él siempre va a estar para cada uno de nosotros sin
importar nuestra situación. Lo importante será, tú que vas a hacer para intentar
cambiar y querer llegar al Señor. A quién vas a acudir. Muchas veces dejamos de
lado al Señor porque creemos que no nos ve y no nos escucha. Decidimos acudir a
esos amigos que están contigo cuando estás bien, pero que cuando estas mal, no
te voltean ni a mirar. “Amigo el ratón del queso”, dijo un viejito, con bigote
y un bastón que tenía como soporte un palo de escoba y para cogerlo, el puño de
madera de un paraguas. Me recordó mucho
a los dichos de mi mamá y me impactó como varios asintieron y afirmaron que el
único amigo verdadero era Jesús. El que murió por nosotros, el que derramó
sangre por nosotros.
Posteriormente, Nati les preguntó
que si Dios los había ayudado en algún momento. Varios respondieron que los
había salvado de la muerte. Luego una mujer joven, de unos 25 años, con su hija
bebé, respondió “Dios me salvó de volver a caer en la adicción”. Sentí una
admiración profunda por esa mujer. Era una guerrera que cada día hacía hasta lo
imposible para sacar a su hija adelante.
En el momento más inesperado llegó
Fer. Digo inesperado porque lo habíamos estado esperando desde que comenzó la
célula y yo estaba ansiosa de conocerlo. Fer fue un habitante de calle, quien
consumía y vendía perico. Logró salir de las calles gracias al Señor, por su
propia voluntad y por Nati, quien le mostró que las cosas podían ser
diferentes. Más adelante les cuento un poco más.
Llegó con un estilo que dije WOW. Iba vestido con una camiseta blanca, un buzo
rojo con un estampado de piolín al frente, un pantalón negro, unos tenis Nike
blancos con detalles rojos y una gorra azul oscura con la visera amarilla. En
resumen, la combinación perfecta. Llegó, saludo a todos y posteriormente a Sofi,
luego nos presentamos y desde ya tenía unas ganas inmensas de decirle que amaba
su estilo, pero preferí esperar. Luego
de un tiempo, Nati llamó a Fer para que diera su testimonio (ver figura 3).
Fue un ejemplo tan grande para todos los presentes que, apenas empezó a hablar,
todos lo escuchaban atentamente. Fer dijo que todo había sido posible gracias a
su papá Dios. Que, por supuesto tenía días difíciles en lo que tropezaba una y
otra vez, pero Dios siempre le daba fuerzas para levantarse. Y que no era un
camino fácil, pero tampoco imposible.
(Figura 3)
Estábamos llegando al final de la
célula y Nati les preguntó: “¿cuál es su sueño?”. Me impactó mucho como la
mayoría respondió que tener salud. Y cuán cierto es eso. Reflexioné mientras
escuchaba sus respuestas y pensé en las veces que dejamos de lado un factor tan
esencial como la salud. Muchos queremos ser millonarios, tener un trabajo,
viajar, pero no todos oramos por tener lo primordial en esta vida. Porque sin
salud, no podemos hacer nada. Finalmente, Nati cerró con una hermosa oración.
1:15 p.m.
Llegamos al final de la célula y repartimos los almuerzos (ver figura 4). La cara de felicidad y agradecimiento de cada uno de ellos me llenó el corazón. En un momento, se nos acercó un hombre con una hermosa escultura de vidrio de tres niveles. Le pidió a Sofi que le pusiera en almuerzo en uno de los niveles de su escultura y se fue a sentar. Quedamos impresionadas con el trabajo tal delicado que realizaba, era una obra de arte. Sofi se fue a hablar con él y yo me quedé revisando que el celular porque mi mamá me había escrito. Fer se me acerca y me pregunta que cómo había estado la experiencia. La verdad, agradecí que lo hiciera porque había querido saber más de su historia, pero me daba demasiada pena acercarme. Le dije que había sido una experiencia maravillosa. Él me dijo que era muy chévere ver como todos venía a escuchar la palabra de papá Dios. También me contó que él estuvo en esas calles por varios años. “Yo empecé fumando cigarrillo, luego empezaron a llegar más cosas y yo solo lo hice por probar. Y como al gato, la curiosidad me mató”. “Luego empecé a vender perico y no importaba que no tuviera plata, siempre conseguía para consumir”. Verlo tan fuerte y capaz de cualquier cosa me hizo admirarlo aún más. Me dijo que, aunque muchos creen que salir de las calles y los vicios es imposible, eso no era cierto, era solo cuestión de voluntad. También me contó que en su aventura por probar de todo y buscar algo cada vez más fuerte, encontró el “Chamber”. El “Chamber” es una mezcla de alcohol antiséptico con gaseosa colombiana. “Sentí que se me iba a salir el corazón, en la vida volví a tomar de eso”.
Seguíamos hablando cuando un hombre
con un fuerte olor a alcohol nos interrumpió. Saludó a Fer y luego a mí. “Me llamo Lumber y soy alcohólico. Mi hijo
ahorita está viviendo en Tampa Florida y le voy a meter una demanda pa que me
mande un millón de pesos al mes” “Él allá viviendo su buena vida y yo acá. La
única que me quiere es mi niña”. Fer solo reía y le dijo que eso no era
necesario. Yo imitaba a Fer. Aunque era consciente que ninguno de los dos sabía
qué decir. “Cómo te llamas”, me preguntó. “Juanita” le respondí. “¿Juanita?
Juanita Bonita, como la canción”. Me tomó de la mano y empezamos a bailar mientras
él cantaba. Fui muy feliz en ese momento. Fer nos miraba y solo se reía. Finalmente,
Lumber se despidió de nosotros y se fue porque tenía que trabajar.
Luego, Sofi se reunió con nosotros
y ayudamos a “Brad Pitt” a pegar la suela de su tenis. “Brad Pitt”, tenía una
perrita llamada Fifi. Una vez más caí enamorada. Parecía ser una French Poodle.
Era blanquita y casi no se le notaban los ojitos de lo largo que tenía el pelo.
Me pidió que se la sostuviera, mientras Sofi le echaba pegante al tenis y él le
hacía presión para que pegara. Una vez la suela pegó nos dirigimos a “El baño”.
“El baño” era el lugar al que iban los habitantes que iban a asistir a la iglesia
ese día. Allí se podrían bañar y ponerse la ropa limpia que les habíamos
traído.
Mientras esperábamos a que todo
estuvieran listos, hablamos con uno de los que iban a ir a la iglesia. No
recuerdo muy bien su nombre, pero si lo lleno que estaba del Señor. El estuvo
en la cárcel 11 años y le prometió a Dios que cuando saliera, iba a irse de
encuentro. Sofi le digo que él iba a ser pastor y no pude estar más de acuerdo
ella.
2:25 p.m.
Una vez estuvimos todos reunidos,
emprendimos nuestro viaje hacía la estación de Transmilenio Hortua. Su objetivo
era colarse, pero Sofi y yo les dijimos que nosotras ayudábamos con lo que
faltará para el pasaje. Al momento de llegar a la estación, en lo que
recargábamos la tarjeta se colaron. “Esa plata las sirve” dijeron. Eso sí, Sofi,
Nati, Aleja, Fer y yo pagamos nuestro pasaje. Esperamos el K54 que era el que
nos llevaría hasta la estación Concejo de Bogotá. Entretanto, “Brad Pitt”
ofreció los dulces que vendía. Muy alegremente ofrecía gomitas traídas del
Brasil con sabor y unos chocolates marca Bianchi. Varios le compraron, incluso
uno de los habitantes que iba con nosotros. Una vez en el Transmilenio, también
vendió y le fue muy bien.
Teníamos que llegar a la estación
CAD, que era donde quedaba la iglesia. Pero, si nos bajamos en la estación
Concejo de Bogotá, nos hubiese tocado caminar mucho. Lo cual no era la mejor
opción porque llevábamos una bolsa super pesada y una caja de empanadas que
Nati iba a vender en la iglesia. Optamos por hacer transbordo en el Concejo de
Bogotá y tomar uno que parara en Corferias. Todo fue muy rápido. Apenas
llegamos al Concejo de Bogotá, llegó el 3 que iba hasta Corferias. Lo tomamos,
nos demoramos 5 minutos y llegamos. Una vez en Corferias tomaríamos el G43 y
por fin llegaríamos a nuestro destino. Estaba demasiado exhausta y con mucha
hambre.
El G43 no le cabía ni un tinto.
Decidimos esperar al siguiente con la esperanza de que la situación cambiara.
El otro llegó minutos después, pero iba igual. Nati dijo que tocaba meternos
como fuera porque ya íbamos tarde. Creo que nunca en mi corta vida había ido
tan espichada en un transmi. Iba junto a “Brad Pitt” y molestamos un rato.
Cogió la capota de mi hoodie, me la puso y dijo “la cristiana rapera”. Nos
reímos mucho.
3:10 p.m.
Nuestra aventura estaba llegando a
su final. Llegamos a la estación CAD y nos recibió una hermosa tarde. Despejada
y con mucho sol. Mientras íbamos saliendo de la estación pensé en lo increíble
que había sido mi día. Conocí a personas grandiosas y reflexioné sobre cosas
que antes pasaba por alto. Doy gracias a Dios por permitirme conocer realidades
diferentes a la mía y ser más agradecida con lo que tengo.

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